lunes, 16 de septiembre de 2013

LA SIGUIRIYA

SEGUIDILLAS, SEGUIDILLAS GITANAS, SIGUIRILLAS...

Dado que desde los años de las primeras grabaciones se ha usado el término seguidilla, y  especialmente seguidilla gitana, para calificar estos cantes resulta obligatorio remontarse a las primeras menciones como tal para arrojar luz sobre el origen y evolución de este palo flamenco.

De 1754 es el sainete “el Prioste de los gitanos” donde aparece por primera vez el término seguidilla gitana para describir un baile de compás ternario, y de 1770 el sainete “Las Gitanillas”, donde aún no se  aprecian elementos musicales que la relacionen con lo flamenco. Todavía a finales del XVIII siguen apareciendo esas seguidillas gitanas en ocasiones asociadas ya a la figura del majo.

Saltemos a mediados del XIX. Estébanez Calderón en sus descripciones sólo  nos habla de seguidillas y no da a entender novedad musical alguna a pesar de que se extiende en las descripciones del Polo Tobalo, en el toque de la guitarra y las palmas, en los que se induce a pensar ya en una cierta sonoridad flamenca. A estas alturas por lo que se ve dicha sonoridad aún no ha afectado a las seguidillas.

El barón Davillier nos informa de que en la época en que viajaba por España los andaluces ya pronunciaban siguirilla para decir seguidilla, de modo que tampoco el cambio de denominación vino provocado por un cambio en su musicalidad, siendo muy probable que de  desde mucho antes ya se les haya llamado así. No en vano, desde 1867 hasta bien entrado el siglo XX ambos términos seguidilla/seguirilla/siguiriya han convivido en el etiquetado y la titulación, tal y como sucede con cantes de Antonio Chacón o la Niña de los Peines.


ENDECHAS Y PLAYERAS

De entre los que han buceado a la búsqueda del origen de la sonoridad flamenca de la siguiriya, uno de los que más profundo ha llegado es el profesor García Matos el cual descubrió la partitura de una melodía próxima a la siguiriya en el número “Las Plañeras” de la obra “La Máscara Afortunada” compuesta en 1820 por el maestro Neri y en la cual aparecen gitanos. Dicho término de plañera/playera no es nuevo, sino que ya está referenciado junto a polos y cañas desde el siglo XVIII.


La palabra procede de la contracción a partir de “plañidera” y proviene del uso que por entonces se hacía de gitanas contratadas para tal fin y que muy probablemente utilizaban endechas en sus lamentos cantados. La endecha es el término con el que se denomina al canto de muerte en la tradición hispánica y su estructura suele ser de estrofas de cuatro versos de entre cinco y siete sílabas, por lo que emanan de ese tronco común que arranca en las jarchas y recorre toda la poesía popular española a lo largo del Siglo de Oro y del que también las seguidillas forman parte.

Y es que la siguiriya flamenca ha heredado letras de distintos orígenes:

-Seguidillas donde la excesiva repetición genera un recurso que consiste en expresiones enfáticas que  alargan el tercer verso sin hacer lo propio con el tercio correspondiente.

-Endechas como las que García Matos ha localizado en cantes de gitanos cuya estructura estrófica es 6A – 6B – 6C – 6B y cuyo tercer verso sufre idéntica transformación que en el caso anterior. 

-Tercerillas donde el segundo verso hereda la longitud de otros dos en una estrofa de cuatro versos hexasílabos pero que al cantarse se repite el primero anteponiéndose al tercero de modo que acaba resultando una estructura con 6-6-12-6.

En términos generales las siguiriyas más antiguas alargan el tercer verso con añadidos enfáticos como “mare de mi corazón” y similares y en las más modernas, cuando la estructura típica está  consolidada el tercer verso es desarrollado ya ex-profeso. Precisamente y como ocurre con otros palos el origen culto de algunas estrofas es rastreable si bien con una deriva hacia el lenguaje popular tras aflamencarse.

Tenemos por tanto que aunque herede su nombre de la seguidilla su radical diferencia musical con esta se debe a su parentesco con la playera de la que hereda por lo demás su carácter grave y sentencioso.


SEGUIDILLAS EN LOS TIEMPOS DE SILVERIO

Schuchardt explicita que playera y seguidilla gitana son sinónimas, paralelismo que también es establecido por Demófilo que nos habla de sus letras tristes y su relación con el genérico “cantes de sentimiento”. Además el folclorista sevillano nos informa de que son bailables aunque reconozca no haberlas visto bailar; y es que la moderna siguiriya se baila conforme a la codificación que Vicente Escudero estableció en la década de 1940.

La descripición que de la siguiriya gitana hace Demófilo se centra en definirla como cante flamenco, el más gitano de todos (con todas las connotaciones que ello conlleva para este autor) hasta el punto de que casi hace parecer como sinónimos lo Flamenco con lo siguiriyero: Cante jondo vendría a significar seguidillas gitanas aunque en su recopilación de cantes las etiqueta como “seguiriyas gitanas”.




Según este autor el cante típico de Silverio eran los polos, las cañas y las seguirillas gitanas, aunque en programas de la década de 1860 Steingress sólo ha  hallado “seguirillas del sentimiento”. Si bien la opinión más extendida es que el de Morón aprendió su siguiriya del mismísimo Fillo, Rafael Pareja sostiene que ambos lo hicieron del trianero Frasco el Colorao, lo que concordaría con la insistencia con la que la mayoría de las fuentes localizan en Triana el foco principal de este cante. Fuera como fuese, el círculo de la creación de un nuevo cante está próximo a cerrarse en este momento; en los tiempos de la primera república Silverio cantaba unas afamadas “seguidillas de Riego” cuya estructura estrófica  6A – 5B – [5C + 6D] – 5B es ya la típica de la siguiriya posterior.

 Ahondando en lo extra musical  tenemos que en esta época también se configura el concepto general de lo flamenco como sinónimo de gitanesco tal y como nos comenta Schchardt. Según el austríaco lo gitano en el cante andaluz es ficticio, casual y extrínseco y hace recaer esa deriva popular en el creciente peso de la afición como motor de ese cambio. De hecho hasta finales del siglo XIX no encontramos seguidillas gitanas que musicalmente puedan tener elementos musicales flamencos.

Esto nos trae a la mente la recopilación que hizo George Borrow de coplas presuntamente escritas en caló y que adolecían de excesos léxicos que a los propios gitanos les costaba entender pues llevaban siglos expresándose con naturalidad en español. Dicho fenómeno ha sido recidivante en un estilo musical al que se le han querido buscar tantos orígenes exóticos.

Schuchardt, más escrupuloso que Demófilo en su trabajo de campo, se apoya en el músico Sbarbi para detallarnos más características de las seguidillas gitanas que para entonces ya eran sinónimo de playeras. Por él sabemos  que se cantaban con poco ritmo, en modo menor con cláusula en la 4ª inferior (como correspondería al modo frigio) y cierta monotonía melódica y ausencia de baile por lo común. Por su parte la descripción que  Gevaert da de las playeras es que son en modo frigio, con movimientos descendentes dentro de la escala de Mi y acompañamiento instrumental basado en los esquemas del Fandango. Cabe suponer pues que la seguidilla gitana bailable estaba por entonces en trance de desaparición y a decisiva influencia de la playera la aflamencaría definitivamente.

Curiosamente por Gevaert y por Pepe el de la Matrona tenemos dos aseveraciones idénticas separadas en el tiempo y el contexto, y que resulta de especial interés para desatar este nudo pues al parecer en el último tercio del siglo XIX cantar por playeras no sólo implicaba ejecutar siguiriyas sino que era sinónimo de cante jondo. Probablemente la musicalidad de las playeras no sólo había afectado a las siguiriyas, sino que también iría afectando a soleares y otros cantes de modo que la desaparición de la playera fue contemporánea a la emergencia de la sonoridad flamenca. En este proceso la armonización de la voz con la guitarra debió jugar un papel fundamental.

Cuando Don Preciso habla sobre el nuevo estilo lo define como grosero, basado en gorjeos innecesarios, alargamientos insufribles y define el toque de guitarra como “cencerreo”. Más allá de los juicios de valor sobre estas palabras, el escritor hace honor a su apodo en la descripción de lo que podemos considerar ya una siguiriya flamenca.


PRIMERAS EVIDENCIAS DOCUMENTALES

La escucha de las primeras grabaciones nos revela que más allá de variantes personales el grueso de la estructura musical de la siguiriya está ya completo en los últimos años del siglo XIX, pero tal proceso de formación debió ser muy acelerado en la edad de oro de los cafés cantantes pues ni en las antologías de cantos populares de Eduardo Ocón o Isidoro Hernández aparecen las siguiriyas cuando sí lo hacen polos, cañas, soleares y playeras. La transcripción que de ésta última hace Hernández posee una melodía similar a la siguiriya pero donde el compás de amalgama, o más propiamente hablando, su hemiolia característica está ausente. Probablemente este elemento sería importado por los guitarristas que al armonizar un cante que hasta entonces debió hacerse sin guitarra (hablamos en origen del cante de plañideras basado en las endechas) le imprimirían el esquema típico de la Jácara. No olvidemos que desde el Siglo de Oro en adelante las jácaras ocupaban un papel muy relevante en la música teatral y que su decadencia viene a coincidir con la emergencia se las seguidillas, las serranas o las livianas, con quienes comparten patrón rítmico.

Hasta ahora, la referencia musical directa más antigua de una siguiriya  corresponde a una transcripción de Ramon Sezac, un músico francés que edita un libreto donde reúne dos coplas. Datable en torno a 1880, posee la copla:

Si la pena que tengo
Mucho me durara
No quearía muralla ni tierra que yo
No erribara

Tengo una pena
Y un dolor
Un dolorcito en mi corazón
Que al alma me llega

SEGUIDILLA GITANA PARA PIANO -  Ramon Sezac
(Extraído del libro LA LLAVE DE LA MÚSICA FLAMENCA. Comprar )


El esfuerzo de intentar transcribir al pentagrama música flamenca resulta difícil para quien no esté familiarizado, pero lo cierto es que en esa transcripción hay plena coincidencia lírica, rítmica y armónica si bien en cierto modo la melodía resulte desnaturalizada, aunque no debemos olvidar que esta pieza se remonta a la época de efervescencia creativa de este palo.


VARIANTES

Podemos decir que existen casi tantas versiones o variantes como cantaores las cultivaron, pero en esencia la mayor parte de las siguiriyas constituyen un mismo palo armonizado en el cante en La frigio aunque con una gran riqueza melódica, y tanto esa amplitud de variantes como esa sujeción a unos mismos patrones tienen en la guitarra su explicación. Por un lado el acompañamiento de la guitarra “al aire” genera una disonancia de inicio con la voz y por otro mientras se desarrolla la cadencia andaluza en el cante, la guitarra armoniza en Re menor aunque su desarrollo la hace concluir en su V grado, produciendo una sonoridad característica que  enriquece la cadencia andaluza propia de los cantes más antiguos como cañas o fandangos y que se extiende al acompañamiento de otros cantes armonizados en La frigio.

Detrás de esta aparente complejidad lo que se esconde es un armazón guitarrístico que ha permitido meter por siguiriyas coplas procedentes de seguidillas, endechas, playeras, etc. Por tanto podemos decir que la mayor parte de las siguiriyas registradas en los albores de las grabaciones flamencas conforman un mismo palo y que fuera de ese corpus sobreviven unas pocas variantes que adquieren  personalidad propia.

SEGUIRILLA - Manuel Cagancho

SIGUIRIYAS GITANAS - Antonio Chacón

SIGUIRIYA - Manuel Torre

Y es precisamente en este punto donde sobrevuela de nuevo la ancha sombra de Silverio Franconetti. Porque la inmensa mayoría de las siguiriyas registradas en esos primeros años de las grabaciones, y aún las reelaboraciones jondistas de décadas posteriores, se ajustan grosso modo a un mismo patrón melódico; sería demasiada casualidad que ese complejo proceso de armonización que unifica una tradición lírica basada en la seguidilla, un acompañamiento instrumental que bebe de la Jácara y unos melos enraizados con las tonadas andaluzas den como resultado una amplia variedad de coplas que en esencia son la misma. Muchos flamencólogos sostienen que más alla de las influencias y del contexto musical la siguiriya como tal es una creación personal de Silverio a partir de cantos anteriores. Pedro Camacho sostiene que los cantaores gitanos expanden el repertorio de Franconetti sin mencionarlo o reatribuyéndoselo a sí mismos o a sus maestros. No vamos a contradecir dicha opinión.

Es cierto que en el período en que evoluciona la discografía flamenca se han ido desarrollando cuatro grandes escuelas cantaoras (Triana, Cadiz, Los Puertos y Jerez) que han ido generando muchas versiones, algunas de ellas atribuidas a cantaores más o menos remotos, pero como dijimos, casi todas ellas son variaciones personales respecto a un mismo patrón.

Sí presentan más profundas variaciones las conocidas como siguiriyas de cambio, las cuales se caracterizan por presentar giros desde el habitual La frigio al Modo Mayor, con reposos en do y en mi. La más conocida es la de María Borrico, que habitualmente sirve como remate a un tandem de liviana + serrana y que sirve como cante de preparación para entonar siguiriyas por derecho. Aunque presenta una personalidad melódica propia al cantarse en el modo Mi de la guitarra ("por arriba"), no debería llamarse "de cambio" pues más bien constituyen un cante autónomo que además se ejecuta como macho de otro palo. Por contra la cabal de Manuel Molina, que se mantiene dentro del modo frigio, sí se puede considerar en sí misma como una siguiriya de cambio aunque esté bautizada con el nombre de cabal en el sentido de completar el cante.

Al decir de Pepe el de la Matrona, el término cabal aplicado a la siguiriya vendría a significar "completo" y sería una demostración final de destreza del cantaor, capaz de transportar desde el modo frigio al Modo Mayor toda una secuencia de notas. En cierto sentido se la puede considerar una siguiriya de cambio específica. La cabal se atribuye también a Silverio quien introduce el estilo de toque aguajirado como acompañamiento a su seguiriya la cual sufriría inevitables alteraciones armónicas en la voz del cantaor, sirviendo este ejemplo para ilustrar de qué modo la introducción de la guitarra en los cantes a palo seco o la sustitución por esta de arreglos orquestales más complejos pudo derivar en el nacimiento de la sonoridad flamenco. Y es que del mismo modo que esas músicas que el genial cantaor de Morón conoció en Cuba y Uruguay servirían para cambiarle la cara a un cante ya hecho como la siguiriya, esta misma se haría gracias a la emergencia de la sonoridad de la jácara.

Lo cierto es que la referencia documental precisa más antigua sobre la cabal es su ejecución por el Tenazas en el Concurso de Granada en 1922, el cual la presenta como un cante de su maestro Silverio aseveración que es  confirmada por Antonio Chacón quien conoció de primera mano los cantes de quien también fuera su maestro. Su fidelidad al tronco de las siguiriyas y al mismo tiempo su radical diferenciación de estas nos muestra de qué modo la inventiva y la creatividad de Silverio pudo hacerse sentir en el nacimiento o conformación de éste y otros cantes.


SIGUIRIYAS GITANAS DE SILVERIO -  El Tenazas de Morón


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